¡Vida, libertad y felicidad!

En el siglo XVIII el grito de guerra de los revolucionarios franceses fue, en primera instancia, “Libertad, Igualdad o la Muerte” para transformarse luego en “Libertad, Igualdad y Fraternidad”.

La Ilustración daba origen al Siglo de las Luces.
Se propagaba el concepto de libertad como derecho inviolable y constituido como una garantía frente a la intromisión del gobierno en la vida de los ciudadanos.
La libertad, referida a todos los aspectos de la vida del Individuo, incluía de forma excluyente, la libertad de pensamiento, de expresión, de asociación, de prensa.
El único límite concebido fue no afectar la libertad y el derecho de los demás.
En clara oposición a esa corriente liberal, el siglo XX fue una época en la que cobraron trascendencia los regímenes totalitarios y dictatoriales promovidos por el comunismo, el nacional-socialismo y el fascismo como movimientos político-sociales anti- individualistas. Inspirándose en discursos vehementes y emocionales impulsaron la idea del hombre-masa movido al arbitrio de la voluntad de venganza de un caudillo signado por un claro resentimiento a la vida como lo demuestran las figuras de Lenin, Stalin, Mao, el Che Guevara, Fidel Castro o Hitler.

Las únicas individualidades reconocidas fueron -paradójicamente- las de aquellos grupos blancos de sus persecuciones, amenazas y represalias.

Oponer la individualidad y la racionalidad a esos sistemas totalitarios modernos fue una especie de silenciosa cruzada política. Sacudirse el yugo del miedo a la represión, la cárcel o el exilio, la tarea más noble en busca de la dignidad pisoteada y manoseada por los fundamentalistas del colectivismo.

Estos sistemas vendrían a representar una variante moderna del “antiguo régimen”. Sin embargo, el siglo XXI, como si del “eterno retorno” se tratara, despierta con nuevas exigencias y demandas por parte de las sociedades.

Movimientos libertarios mundiales exigen, en diferentes países, nuevos contratos sociales basados, como entonces, en la premisa de “libertad o muerte” Las nuevas proclamas ciudadanas podrían resumirse en las ideas de “Vida, Libertad y Felicidad” como estandartes ante las nuevas tiranías y arbitrariedades políticas del siglo XX y principios del XXI.

La filósofa Ayn Rand, fundadora del Objetivismo, promovió a mediados del siglo XX en su libro “La Rebelión de Atlas” una definición que es imprescindible para complementar el “Vida, Libertad y Felicidad” que propongo.

La escritora de origen rusa exilada en Estados Unidos, parafraseando al filósofo Renè Descartes, declaró “Existo, luego pienso” decidida a hacer comprender que no se pueden ignorar los hechos de la realidad que generan incertidumbre e infelicidad a los individuos.

Los seres humanos no somos animales que nacimos para ser sacrificados en ritos expiatorios por los mercaderes de la muerte y de la mentira.

Los individuos somos, ante todo, seres vivos a quienes nos distingue la razón; por lo tanto, decididos a defender el más alto propósito de vivir de acuerdo a nuestros propios valores adquiridos por el inflexible esfuerzo en busca del conocimiento y la verdad.

Mi propuesta de Vida, Libertad y Felicidad admite, en ese contexto, una respuesta que es tan sencilla como esa frase: sin Libertad no hay Felicidad y sin Felicidad la Vida es un eterno sacrificio.

Pretender justificar irracionalmente el avance de los gobiernos sobre los derechos individuales es la más alto traición que se puede cometer contra el género humano y, en particular, contra el individuo.

Sostener e impulsar a los nuevos dirigentes que proclaman que el liberalismo político es un sistema que sólo traerá miseria a los ciudadanos, la mentira más incongruente y tramposa.

Sólo en necesario aprender de la historia reciente que no se puede ser cómplice de quienes se auto proclaman los salvadores de la sociedad con medidas que, a la larga, sólo conducen a su propia destrucción.

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